Monday, June 03, 2013

Chinatown



Son las seis de la mañana y no puedo dormir más. Abro la cortina de la habitación para dejar entrar algo de luz a las siempre sombrías y pseudo-eróticas habitaciones de hotel. No hay suerte. El día se está levantando detrás de una capa de nubes espesa que desciende a la ciudad aposentándose cómodamente sobre los edificios más altos. Como un bar lleno de humo donde parece que sólo puedas respirar estirándote en el suelo. Llueve. Ha llovido toda la noche.

El autobús que lleva a Maria a Carolina del Norte está siendo registrado minuciosamente por la policía. Llega tarde, tiene sueño y todo el fin de semana le va volviendo a la cabeza a pedazos.

Antes de empezar a planificarme las pocas horas libres que me quedan de mañana, decido ponerme algo de música. Últimamente estoy con Luna. Es la música perfecta para ponerse a primera hora, en una de esas mañanas en las que puedes permitirte un despertar lento y gradual. Ducha, mails, planchar una camisa irremediablemente arrugada.

Suena “Chinatown” y me viene a la cabeza el olor de la salsa de los dumplings en el restaurante de anoche. Subo a desayunar al último piso, una terraza con vistas donde dan poca cosa más que café y bagels con mermelada. Leo cuatro tonterías en uno de estos laberintos que tienen aquí por periódicos. Lees una parte en portada, despliegas, se caen los módulos de artes, negocios y deporte, intentas encontrar la conexión en la página indicada, te peleas para volverlo a doblar y al final no era tan interesante porque todo lo importante ya lo habías leído en la portada.

Pienso que podría vivir aquí. Un tiempo, quizás.

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