Antes de ponerme a dar pinceladas cronológicas sobre estos últimos tres días de mi vida, hay que comentar algo sobre el elefante de la habitación: el increíble incremento de espectadores. Creo que el Primavera ha conseguido pasar el examen y a parte de algunas cosas concretas (tal vez a Beach House se les quedó demasiado pequeño el ATP), no ha habido problemas con las aglomeraciones de gente; ni siquiera en las taquillas de venta de tickets. Parece que el festival está preparado para dar el siguiente paso, el paso de la consolidación de las multitudes.
A lo nuestro, mi viernes empezó con el final de The Wave Pictures en el antiguo Rockdelux. Música sencilla con filigranas interpretativas. A tenor de sus últimos discos imagino que todo el concierto no fue así, y que debieron de sonar algo más preciosistas, pero sólo son imaginaciones mías. Lo que es seguro es que dentro de nada les volveremos a tener por aquí para comprobarlo. Nos estrenamos en el San Miguel con The Fall –qué mejor comienzo?– y me quedé con la sensación que con unas cuantas cervezas más y con la noche ya rodada hubiese bajado un poco mejor. Sonaron como siempre: aplastantes, salvajes, hiperactivos. Mark E.Smith sigue envejeciendo físicamente pero su música sigue en su eterna juventud. Después The XX. Cada vez que miraba la programación de los otros escenarios me daban pinchazos en el corazón. Ese jueves me perdería a Titus Andronicus, Monotonix, Crocodiles,… y a Mission of Burma, en una de las solapaciones más dolorosas del festival (Pavement). Pero bueno, ahí estaban los nuevos emos y medio festival esperando algo mágico y divertido. Y no dieron eso. Ni mucho menos. Dieron un concierto más onírico, que contrastaba en ocasiones con las palmas y vítores de la gente cuando alguna línea de bajo se animaba más de lo normal. Sonaron distantes y sobrados, pero juegan a eso y forma parte de su ADN. O te los crees o los aborreces. Musicalmente estuvieron correctos y la hora y el clima le sumó algo de magia al bolo, que ayudó al público a aceptar que no sería una sesión de electrónica machacante. Volvimos al San Miguel sin dejarles acabar. Superchunk salieron a morder y no dieron ni un respiro. Empezar con “Throwing Things” es una declaración de intenciones. Mac conectó con el poco público que congregó desde el principio, e incluso las canciones nuevas quedaron perfectamente encajadas en su repertorio. Dentro de los momentos que se recordarán de esta edición estará seguro Tim Harrington cantando “Precision Auto”. Para los oyentes, un derroche de energía en toda regla. Para mí, otro sueño hecho realidad gracias a este festival. Récord personal: “The First Part” me puso la piel de gallina durante más de 3 minutos seguidos (Sunny Day Real Estate consiguieron superar el record con “In Circles” a los dos días, pero ahí queda eso).
Por el setlist que hizo Broken Social Scene, hubiese encajado más en un slot tempranero, con la primera cerveza del día. Prácticamente no apretaron el acelerador, o igual es que veníamos revolucionados de Superchunk. Fue un concierto más tranquilo –menos el periodo de locura de Spiral Stairs en “Texico Bitches”– y elaborado, donde el embrollo de guitarrazos cobraba sentido en cada verso de cada canción. Sonaron compactos y ejecutaron perfectamente unos cuantos temas de su nuevo trabajo. A mí me faltó algún clásico de You Forget It… y del Broken Social Scene.
Nuestro primer día lo cerraron Pavement. Geniales. Chocante la actitud de grandes del rock que llevan, después de ser un grupo secundario durante toda su vida y hacer activismo de ello. Pero es lo que toca, el reconocimiento les ha llegado y su directo ha llegado a un punto de madurez exquisito. Casi os podría recordar el setlist de la noche y eso que iba bien tocado. Despedazaron el Crooked Rain y lo apoyaron en el eclecticismo del Wowee. Las canciones del Slanted fueron los hits del concierto junto con las más pegadizas del Brighten. Se dejaron algunas debilidades personales importantes (las que he ido nombrando por aquí: "Debris Slide", "Box Elder", "Frontwards") pero no me puedo quejar del setlist. Hora y media con la sonrisa en la cara para irme a casa y constatar que han vuelto los 90.
El viernes acabó empezando más tarde de lo normal, y es que este año no hemos pisado el Auditori. The New Pornographers fueron los encargados de abrir el escenario grande a las 18h de la tarde. Empezaron con el himno nacional “Sing Me Spanish Techno” y desde ahí se dedicaron a rascar temas de sus dos últimos discos. Neko y Bejar son irremplazables, pero Newman volvió a demostrar que es capaz de cargar con todo el peso sin problema. Sin tener especial carisma, se ganó el público con un sincero “This is my favorite city in the world”. Los puntos álgidos llegaron cuando recuperaron alguna joya del Mass Romantic, seguramente su disco más inmediato y pegadizo. Supongo que fue algo subjetivo o preferencias de setlist, pero me hicieron vibrar un poco más cuando vinieron al Primavera Club hace un lustro. Sacrifiqué a Best Coast, Thee Oh Sees y a Low para ver por primera vez en mi vida a Scout Niblett. Y no me arrepiento en absoluto. A ratos ella sola con la guitarra, a ratos acompañada por un batería e incluso atreviéndose a ponerse ella sola en la batería, hizo suyo el escenario desde el principio. Presentó los temas de su nuevo disco y recuperó algunas perlas como “Kiss”, su emocionante dueto con Will Oldham. Como dijo Pau, ya podía chillar todo lo que quisiera que no se le fue ni una nota de su sitio. Consiguió que estuviera en tensión -positiva- durante todo el concierto, fue maravilloso. Para mí, uno de los mejores conciertos del festival, y si hubiese sido en el Auditori como hace dos años, seguramente el mejor.
Nos estrenamos en el apestoso Vice a las 20.30h de la tarde. Yo La Tengo vinieron disfrazados de banda garajera y estuvieron un pelín sosos. Musicalmente correctos y los temas sonaron con garra y la fuerza necesaria, pero bajo mi punto de vista estuvieron como un solomillo delicioso pero sin sal. No llegaron a conectar con el público y no parecían convencidos de lo que estaban haciendo. De todas maneras, aplaudo el riesgo y que vengan cada año haciendo lo que les dé la gana. Volvimos al ATP para intentar coger sitio para Beach House. Imposible. Como son las cosas, reventaron un escenario que no consiguieron llenar leyendas como Shellac o Michael Rother, o grupos más contrastados como Les Savy Fav o Built to Spill. Beach House son el grupo del año y merecido. Entre los murmullos de la gente se intuyó un concierto potente y ensoñador, con una Victoria Legrand entregadísima y demostrando su precioso vozarrón en cada corte. Señores, esto es el dream pop del siglo XXI. Las canciones de su reciente Teen Dream fueron las más celebradas y es que “Zebra”, “Norway” o “Walk In The Park” ya huelen a clásico. Viva Baltimore.
Nos cargamos a Wilco (veremos a Tweedy dentro de poco en Vilanova y la verdad es sus últimos discos ni me los he comprado), Japandroids (según la prensa uno de los conciertos del festival) y Panda Bear (los tabloides lo dejan como un concierto raruno que olía a carne de Auditori) para concentrarnos con Les Savy Fav. Una salvajada de concierto. Harrington cumplió con creces. No paró ni un momento de berrear, saltar e interactuar con el público. Se agradeció la amplitud que nos regalaron las duras solapaciones y la música fue lo de menos. Prueba de ello la lista de mejores momentos: la primera vez que saltó al público, el final del concierto (Tim acabó en la barra del final del ATP), cuando se cargó un foco escalando por el escenario en “Patty Lee” y la entrega del público. El año que viene, que los pongan a las 03.00h del sábado y aún será más apoteósico. Nos quedamos en el ATP para ver el inicio de Shellac, y ese “Prayer To God” ya fue suficiente para constatar que volverían a ser uno de los conciertos de la edición. Es increíble como pueden mantener el nivel en todos sus bolos y seguir creando canciones apabullantes. Si The Fall son una apisonadora, Shellac son una puta tuneladora.
Tuve mis dudas, pero rechacé la suculenta oferta de King Khan para ir a ver a los Pixies otra vez. Desde aquí quiero pedirle disculpas en nombre de todo el grupo a los pobres chicos que les tocó ver el concierto delante nuestro. Una descarga de adrenalina incomparable. Tuve una sensación común durante muchos conciertos del festival: Había una serie de grupos noventeros (Sunny Day, Pavement, Superchunk o los mismos Pixies) que si no te habían marcado en algún momento de tu vida, eran difíciles de disfrutar. No sé si esto quiere decir que realmente no hicieron buenos conciertos o que los demás no eran conscientes de la importancia del momento, pero viendo las caras se notaba quien estaba metido en los conciertos y disfrutándolos y quien lo veía desde el incomprensión y el escepticismo. Anyway, hay unos videos del concierto de Pixies en youtube que son para llorar de emoción. En “Here Comes Your Man” recuerdo más las voces de los espectadores que la música. En la crónica de Pitchfork no entendían muy bien qué estaba pasando: “I've no idea if it has something to do with Frank Black regularly adding bits of Spanish to his songs, but as far as I could see, these were seriously devoted fans who knew every word and danced around to these weird and wonderful songs like it was some kind of alt-rock sock-hop. The feedback of energy was infectious”. Que n’aprenguin. Su manera de acabar la crítica no está nada mal: “if they really are doing it just for the cash, this is one hell of an argument for capitalism”. Uno de los grandes momentos emotivos del festival.
Domingo empezó distinto. Paseo por el fórum, compras en la feria y el final de Bigott versionando a Bruce Springsteen. Escuchamos la distorsión de The Psychic Paramount camino al Pitchfork, y ahí unos de sus protegidos salieron a defender su gran último disco. Real Estate sonaron sorprendentemente bien, y es que su música llena de matices no parecía la idónea para la bola de sonido que salía del Pitchfork. Después de un inicio más reflexivo, supieron apoyarse en sus temas más directos para tirar adelante un concierto difícil. “Fake Blues” sonó como lo que es: un hitazo, y el público respondió a la llamada. Seguramente el Parc Joan Miró hubiese sido el sitio más adecuado para verlos, por la tranquilidad, sonido y paisaje bucólico, pero ya en su concierto del Fórum demostraron que van a ser una banda referencia en los próximos años. Después vi un trocito de Dr.Dog en el San Miguel. No creo que lleguen a ser nunca un grupo que me lleguen, pero te entretienen una tarde tonta de verano sin problemas. Otra vez al Pitchfork para ver a Brian Cox disfrazado de Atlas Sound. Él sólo con su guitarra y sus pedales intentó rescatar las canciones de sus dos discos de la atrocidad de sonido del escenario de marras. Sabiendo que venía a jugar a ser el cantautor del nuevo milenio, definitivamente el Auditori hubiese encumbrado mucho más todas sus virtudes. La versión lenta de “Walkabout” parecía atractiva, pero a lo lejos sonó a utopía. Si hay que quedarse con un momento, supongo que sería “Shelia” por que es bonita como ella sola desnuda con la guitarra.
Me perdí el principio de Nana Grizol, pero llegué a escuchar “Galaxies”. Los grupos de Elephant 6 tienen un imán que, incomprensiblemente, les arrastra hacia el fracaso comercial. Después, al cabo de los años, tenemos que arrodillarnos para que vuelvan y llenen escenarios enfervorecidos. Son una banda con estribillos pegadizos, trompetas divertidas y dos baterías; no se merecían un escenario tan vacío. “For Things That Haven’t Come Yet” o “From Here” supieron a gloria y a hits instantáneos. Ni los problemas de sonido (trompetas demasiado bajas o una canción sin voz principal) entorpecieron a los grandes triunfadores de la clase media del festival. Merecido descanso y reserva de sitio para el concierto más multitudinario que vería el Ray-Ban. Grizzly Bear ya son “the next big thing”. Con Brooklyn por bandera y empleando un marcado acento universal, me parecieron un reloj suizo sobre el escenario. Precisión y perfección eran los adjetivos que me pasaban por la cabeza durante la hora que duró su concierto. Otra vez, los temas de su último disco fueron los más celebrados por la parroquia nativa, pero yo me voy a quedar con la increíble “On A Neck, On A Spit”. No creo que defraudasen a nadie y ellos parecían satisfechos. De hecho, todos estos grupos que el Primavera invita cuando a penas consiguen cerrar una gira europea, una vez han crecido, demuestran estarle muy agradecidos al festival.
Fuimos al ATP para redimirnos con Built To Spill. Doug Martsh es un genio tocapelotas y quisquilloso. Si no le quieres mucho, imagino que es difícil mantener la atención con esos largos parones entre canción y canción; que si ahora afino mis ocho guitarras por si acaso, que si ahora me quejo por los altos volúmenes de todos los instrumentos… Pero en definitiva, esa es parte de la idiosincrasia de los de Idaho que parecen necesitar tomarse un respiro después de sus elaboradísimas canciones. Al César lo que es del César, las canciones sonaron impecables y el setlist fue prácticamente inmejorable. Olvidando acertadamente el Perfect From Now On que recientemente habían tocado entero en el Apolo y aparcando su último trabajo, buscaron en el baúl de sus cancionacas y encontraron cosas tan maravillosas como “Twin Falls”, “Distopian…” o “Big Dipper”, esta última le hizo especial ilusión a un servidor, me hizo recordar mis años mozos saltando encima de la cama creyéndome una estrella del rock. Eso sí, no me gustó que dejara de cantar Goin’ Against Your Mind porque le daba pereza. “Carry The Zero” fue un caramelo para cerrar e incluso los gallos en el mítico “and you've become / what you thought was dumb / a fraction of the sum” parecieron agua cristalina.
Después de pedirme una cerveza en el Ray-Ban llegó seguramente el momento más especial del festival. “In Circles”. Sunny Day Real Estate se marcaron el mejor bolo del festival. Una lección instrumental, un decálogo de cómo estremecer en cada nota. Enigk, Dan y sus chicos estaban inspirados, parecía que no hubieran pasado los años, que nunca se hubiesen separado. Puede que sean un grupo sobrevalorado, pero incluso sus detractores deberían quitarse el sombrero ante ese concierto. Ese “sometimes you see right thru me” y el grito que le sigue le tuvo que poner los pelos como escarpias a cualquiera con dos dedos de frente. El setlist navegó entre Diary y el rosa y eso, para mí, ayudó a que fuera más mítico. Creo que este será uno de estos conciertos que por su grandeza y exclusividad se recordarán durante muchos años. Vivimos algo muy especial, sólo comparable con Slint tocando el Spiderland.
Nuestro festival lo cerraron un par de canciones de Lee “Scratch” Perry –que creo hubiesen sonado mejor a una hora más temprana– y el experimento de The Almighty Defenders –que como tal está curioso, pero siempre les faltarán todas las canciones de sus grupos madre–. Larga vida a Dj Coco.