Frontwards

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Pavement han anunciado que vuelven a los escenarios el año que viene. Abandonando posturas partidistas y objetivizando -en la medida de lo posible- el hecho, es obvio que cabe recibir con una fachada de frío escepticismo esta decisión de los californianos. Bajo esta fachada, la sangre de todos los que disfrutamos con ellos ha entrado en ebullición por, en mi caso, imaginar lo que podría haber sido una adolescencia idílica. Seguramente es cierto lo que dicen que el directo nunca ha sido su gran baza y que a parte de impredecibles -ya sea por la resaca bañada de whisky o por su innata habilidad de desmontar sus canciones en pedazos enrabietados e irreconocibles-, tienen un alto riesgo de defraudar a los que nunca los vimos. Hay que tener en cuenta que han pasado diez años desde su, ya mítico, concierto de despedida en la Brixton Academy y que la mayoría han seguido con su carrera musical. Seguro que esta experiencia lejos de la primera linea del frente los ha centrado, y seguro que volverán con ganas de gustar y de gustarse. La verdad es que aunque hicieran una gira de conciertos distorsionados, sin principio ni final, de gran parte instrumental y pasados de Augmentine, me seguiría muriendo por verlos. No creo que los noventa se puedan explicar sin haber mencionado su nombre.

Tienen cinco discos de estudio: Slanted And Enchanted (1992), Crooked Rain Crooked Rain (1994), Wowee Zowee (1995), Brighten Corners (1997) y Terror Twilight (1999). Si no lo habéis hecho, no olvidéis zambulliros en su material menos fácil de encontrar: EPs, caras b y otras rarezas. Una buena manera de hacerlo es comprando las ediciones especiales de sus cuatro primeros discos. De verdad que valen la pena. Si no os compráis el póstumo Terror Twilight, no creo que pase nada; de hecho, estoy prácticamente seguro que el mismo Malkmus no os lo recomendaría.

Dicho esto, sólo me queda desear que decidan parar en algún sitio cercano a mi casa para tener que dejar de imaginármelos.