Como siempre, febrero acaba sin aviso
previo. La ilusión de cruzar el ecuador del mes con previsión de cumplir todos
los deberes que te marcas de antemano se transforma en ansiedad cuando caes de
bruces en su última semana. Mi febrero no es febrero si no consigo escribir
cuatro líneas en forma de esquelas musicales sobre el difunto año que nos deja.
Después de rebuscar entre mi falible
memoria, esbozar y tachar, pensar y tachar y coger perspectiva y volver a
tachar, he decidido que había dibujado algo digno de empezar a colorear. Esta
vez pero, he decidido que tengo demasiadas cosas que decir que escapan de la
revisión literal de los discos y que quiero contároslas igualmente. Aunque
seguramente no sea la mejor decisión que he tomado hoy, voy a intentar hacer
una revisión prosaica de mis discos y preocupaciones durante 2013. A ver qué
sale.
(20.
Ducktails. The Flower Lane) No es posible trazar un línea
estilística coherente de inicio a fin de la carrera de Ducktails. Empezó como
el proyecto dronero del guitarrista de Real Estate, conceptual y minoritario,
pasó por una época de pop guailón brooklynés (en tendencia con Beach Fossiles o
Wild Nothings) y ha acabado acercándose a la electrónica ochentera de neón
amanerado que predican los semejantes a Ariel Pink. Definiciones insulsas a
parte, la sensación es que hacen lo que les da la gana y que son buenos en el
negocio de hacer canciones entretenidas, livianas y pegadizas. Que hagan lo que
quieran.
¿Por qué vamos a engañarnos? Estas listas
son una mierda. Tu juicio está sesgado por lo que dicen los demás, gente a la
que admiras y que crees que tiene mejor criterio que tú. Son los mismos que te
han descubierto a algunos de los grupos más interesantes de tu vida, por lo que
¡qué menos que darles el beneficio del experto recomendador! Tengo poco tiempo, cada vez escucho menos música y
tengo que ser selectivo con lo que me pongo. Aún así, aún queda algún que otro
grupo que está fuera del circuito de los grandes periodistas musicales que si
no descubres por ti mismo, no hay manera de que llegues a escuchar.
(19
Milky Wimpshake. Heart and Soul in the Milky Way)
Todo esto me parece comprensible y no me culpo, eh? Pero llevo años escuchando
a Milky Wimpshake demasiado frecuentemente como para seguir obviándolos en mis
listas. Tú la música y yo la letra. Siempre he creído que en el proceso de
escribir música hay una balanza que casi nunca está en equilibrio. No compongo
música, no se cómo se hace, pero en mi imaginación hay un momento en el que
tomas un decisión: empiezas escribiendo una letra y le pones música o te sacas
unos acordes que suenan cojonudos y después le pones cuatro palabras sin
sentido encima y que n’aprenguin. Este trio de Newcastle llegó un día que decidieron
que son las letras lo que realmente hacen que las canciones sean inmortales. Y
no sólo eso: pensaron que si no nos tomábamos la vida con un poco más de
sentido del humor seríamos aún más infelices de lo que somos ya por defecto. Yo
creo que os va a gustar a los que teníais debilidad por las geniales
estupideces de They Might Be Giants, a los que últimamente cantabais So Cow en
la ducha, o a los que escuchabais a los Sex Pistols cuando teníais 15 años y
ahora sentís remordimientos al ponéroslos porque tenéis dos hijas rubias y os
ponéis corbata para ir a trabajar.
Antes de pasar al número 18, quería hacer
una breve reflexión sobre la gente que publica EPs. No tengo ningún problema
con vosotros. Pero me cuesta poner un EP en una lista de los mejores discos del
año. Seguro que me entendéis. Además, ¿que más os da escribir tres o cuatro
canciones más y llamarle LP? Este año he estado escuchando un par de EPs
cojonudos, eso sí.
El primero es de un grupo que se llama The Raw Nerves y le han puesto Sunburn
de nombre. Esta lleno de rabia y energía, tiene pinta de ser un trueno en
directo, a ver si alguien se los trae. Lo que me da rabia es que seguro que hay
grupos como estos tocando esta noche en algún antro de Los Angeles y nosotros
aquí sin enterarnos. Serían algo así como la contrapartida americana a nuestros
Vàlius o Aliment. El segundo es un chico que se llama Simon Waldram y ha publicado el EP “…Sings the Snot Patties”. Pop
de muy bajo presupuesto, algo así como la cara amable de Half Japanese. Sí,
cercano al anti-folk.
(18
White Fang. High Expectations). Mira, un buen
ejemplo de lo que podría ser un EP pero que alargaron un poco para venderlo
como álbum entero. Con la diferencia de que este ralla a un nivel muy superior.
Igual soy yo que no tengo ni idea, pero a veces cuesta entender que canciones
como Coffee Table no consigan llegar a más gente. Influenciados por el hard
rock de los ochenta, despojándolo de cualquier virtuosismo y haciendo que
parezca que despachar canciones rápidas, crudas y directas parece más fácil de
lo que es. Os diría que quedan a medio camino entre Japanther y Wussy.
¿Conocéis Wussy? Los he descubierto este año, pero no han publicado nada de
material durante 2013. Si encontráis un rato, darles una oportunidad.
(17
Marnie Stern. The Chronicles of Marnia). Marnie Stern es
una debilidad personal. Me encantaría conocerla en persona. Por su música se
descifra que está loca de remate, que sueña en imágenes sobresaturadas de
colores chillones y que va por la vida con una sonrisa de oreja a oreja. Creo
que Karen O de los Yeah Yeah Yeahs debe morirse de envidia cada vez que escucha
un disco de la señorita Stern. Pasan los años y ella sigue inmutable, por algo
es una de las carreras con más personalidad de los dosmiles. Lo deja claro en Noonan: Don’t you wanna be somebody?
Toda una declaración de intenciones. En sus Crónicas da una lección de
desparpajo, solos embrujados y encima le da tiempo de regalarnos una de las
mejores canciones del año: Nothing is Easy. Ponérosla, me espero.
Seguimos. Aquí debería venir el disco de
Kurt Vile. Al final ha quedado fuera y como compensación os dejo otra breve
reflexión sobre el mundo de las listas: Los discos que empiezas a escuchar a
partir de Noviembre parten con ventaja. Es un hecho. Nos atrae la novedad y no
le damos a los últimos discos del año el tan temido beneficio de la maduración.
A veces cuesta pronosticar la evolución de un disco a lo largo de las escuchas,
cosa mucho más fácil con los discos que han girado desde principios de año.
Supongo que algo de eso le ha pasado a Waking on a Pretty Daze, el último álbum
de Kurt Vile. Aunque al principio brillaba con una densidad cautivadora, ha ido
volviéndose más farragoso con los meses, largo e incluso un pelín aburrido en
las últimas canciones. Mi percepción aún queda más mermada cuando lo comparo
con sus últimos trabajos; todos de un nivel excelente – ver listas de años
anteriores. Otros discos que han quedado fuera, antes de que empecéis a bajar
en su búsqueda, son el de Parquet Courts o el de Julia Holter.
(16
Yo La Tengo. Fade) Y ahora vas y pones Yo La Tengo y te
quedas tan tranquilo. Tranquilos, estamos de acuerdo en que Fade no es Painful
ni Electr-o-pura o ninguno de sus álbumes de los 90. No caeré en lo de “su
mejor trabajo desde…”, ni nada de eso. Pero, ¿qué queréis que os diga? Lo quemé
a principios de año, lo he recuperado ahora y aguanta fuerte como un roble. Me
sigue pareciendo mejor que la mayoría de discos que he escuchado este año,
consistente de inicio a fin, y un paso adelante en la carrera de los Velvet
Undeground de nuestra generación. ¿Qué canciones se incorporarán a su lista de
clásicos? Ahí va mi apuesta: Paddle Forward, Stupid Things y I’ll Be Around.
¿Tenéis la sensación de que la música
moderna está tomando un cambio de rumbo, alejándose de vuestros gustos? Yo sí.
Me leo las listas de Wire o incluso de la Tiny Mix Tapes y me siento
desconectado con lo que está pasando en el mundo. Yo escuchando Nick Cave y
ellos diciéndome que qué hago, que lo que mola es Oneohtrix Point Never.
También me cuestan las propuestas de hip hop; creedme cuando os digo que lo he
intentado con Earl Sweatshirt e incluso con propuestas más comerciales como
Kendrick Lamar, pero raramente me los vuelvo a poner. Igual el viento me
llevará hacia esas costas, pero de momento sigo en alta mar y sólo paro en
algún puerto para repostar.
(15
Dean Blunt. The Redeemer) En una de esas paradas descubrí The
Redeemer y me lo llevé mar adentro. Es la parte que más me entiendo de esta
nueva corriente. En la línea de Burial o The Caretaker en los últimos años.
Tienen en común una instrumentación muy clásica, un colchón electrónico muy
suave y una intención paisajística: música de la que te pones en el tren y hace
que la sucesión infinita de postes telefónicos parezca maravillosa. Es un disco
evasivo, te hace levitar, el mundo para y todo parece mucho más claro.
He pensado que me estoy alargando mucho.
Vamos a dejarlo aquí por hoy y ya seguiré con los próximos cinco discos mañana.
Os dejo links para que los podáis escuchar: